viernes, 5 de enero de 2018

“Perdí mi zapato derecho”


Esta mañana de lunes, una vez más encerrado en la pequeña habitación en la que pasó mis noches, suspiro, quisiera poder desaparecer de esta rutina, de esta monotonía que cada vez es más pesada; me levante como acostumbro puse mis pies sobre el frío piso y camine hacia mi baño.

Sucio, oloroso y una que otra cucaracha que duerme en la jabonera, sentado sumergido en mis pensamientos pase alrededor de quince minutos reflexionando. Toma una ducha rápida pues el tiempo no perdona al que en su inodoro reflexiona, o eso decía mi abuela, prontamente salí de la ducha y tome mi toalla, regrese a mi habitación desordenada, empecé a vestirme.

Primero la ropa interior, los calcetines blancos, la respectiva camiseta blanca que llevo abajo de mi uniforme, el pantalón y el cincho, la camisa después de los zapatos,  todo iba bien, hasta normal, pero y mis zapatos... No estaban.

Mejor dicho mi zapato izquierdo estaba donde debía, mi zapato derecho faltaba, Me apresure a buscar el siguiente par y para mi sorpresa solo estaba el zapato izquierdo, se me hacía tarde, el patrón me despediría si volvía a llegar tarde. Si nadie a quien preguntar pues mi esposa me dejó a principios de este año, la depresión la cambio. ¿Depresión de que..? Pues...nuestra hija murió a sus 12 años, jugaba fuera de casa con los niños del vecindario, todo era risas jugueteó inocente pero la guadaña de la muerte no mira  inocencia, unos bandidos que eran perseguidos por la mano de la justicia iniciaron un tiroteo, mi hija estaba afuera, su madre corrió a protegerla pero fue demasiado tarde, una hambrienta bala se clavó en su pecho, yo que reparaba las goteras del techo corrí a socorrer a mi hija, pero era tarde, murió en los brazos de su madre.

Cuando en un hogar hay un niño se puede notar en los olores, la limpieza, la luz, el ambiente es una combinación de angélica inocencia que perdemos en la adultez, nuestra casa oscureció, murió con ella las ganas de vivir y las ganas de asear, las paredes que en un tiempo fueron blancas empezaron a marchitarse con un color y humedad que solo en las cuevas más pútridas se puede ver, las flores que mi Esposa cuidaba con amor murieron y ahora ese bello jardín es la caja de desechos de los gatos del vecindario, mi esposa no lo soporto.

Ella se culpaba, se condenaba por negligencia , pero nadie pudo predecir eso.
Perdí a mi hija y mi esposa me dejo, ella buscaba matar esa culpa en alcohol y sustancias que la arrastraban a un abismo que la mataba, me dejo porque me dijo que la mataba la culpa, yo morí con ellas.

Horrorizado contemple que todos los zapatos derechos faltaban, mis botas, mis sandalias y hasta los tenis rotos que nunca bote, algo tan simple puede llevarte a la paranoia, vivo solo desde hace un año, no podía ser una broma cruel, no había nadie, busque en cada rincón de mi casa, cada centímetro lo recorrí se me hizo tarde para el trabajo.
La desesperación por algo tan simple como no encontrar tu zapato derecho, una indescriptible situación, fantasmas, demonios, mi hija del más allá, no eso es imposible, nada de eso existe deben estar en algún lugar, un profundo escalofrío me recorrió la espalda, me sentía observado.

La excitación del momento me hizo pararme de un salto, como cuando alguien susurra a tu oído y sientes la calidez de su aliento tocar tu piel estas sensaciones...Pero estaba solo. Tan solo, aunado a todo este pánico de salir corriendo de mi casa y volver con algún exorcista empezó algo peor, los platos de la cocina empezaron a caer uno a uno chocando con una velocidad que pareciese fueron lanzados con rabia, tuve suficiente corrí a la puerta cogí mis llaves y...

Reporte de Lunes, Mario no se presentó al trabajo, retraso de tres horas, despido inminente.

Las sirenas sonaron esa tarde en el vecindario de Mario, luego que sus vecinos escucharan salir de su casa sonidos extraños de platos rotos y gritos, la policía al llegar derribo la puerta que parecía estar atascada, la cara de los oficiales Pedro y Martín se puso pálida al ver la masacre, el cuerpo de Mario Había sido apuñalado al menos 40 veces, no faltaba nada en la casa, a parte de los platos rotos no había mas señal de violencia, parece que la víctima estaba adormecida cuando fue atacada, esperaron al experto para analizar la escena brutal y no, no faltaba nada, llamaba la atención de todos los presentes es que en el techo colgados de sus cintas habían zapatos derechos.

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