miércoles, 10 de enero de 2018

"El ciego Nicanor"



Una mañana viajaba en el autobús, y pensaba en cómo escribir un poema de aquellos profundos pero frágiles, se montó un anciano con una gorra desgastada, camisa harapienta, un bastón con el cual marcaba su camino en las sombras de sus ojos  para poderse montar al autobús, y hacerse notar en él.

Se deslizaba cuidadosamente tomado de la barra, pasando por el tubo del timbre. Su apariencia humilde hacía notar aún más su vejez, pero mas su alegría, con una sonrisa pulcra y blanca; cuando estuvo al frente de toda  la audiencia pasajera se dirigió a nosotros –Amigos y amigas, soy su buen amigo Nicanor, soy un cieguito que se mantiene vendiendo sus gomitas de frutas-dijo mientras sacaba de su mochilita “Stanley” gastada unas bolsas transparentes llenas de gomitas de frutas-, su valor es de veinticinco centavos, pero si no tiene para comprarme mis gomitas pasare mi gorrita por donde usted va amigo pasajero-dijo quitándose la gorra gastada- soy su buen amigo Nicanor, “el cieguito” ayúdeme con lo que sea su voluntad- No me pregunten pero en su voz a diferencia de otros aparentes “ciegos” había un tono de humildad y simpleza.

Muchas veces mientras viajaba en el bus se montaban otros ciegos que no eran tan “ciegos” como ellos decían, una vez uno de estos se subió a pedir “la colaboración que dios pusiera en su corazón” casi imitando la coreografía de Nicanor, humilde la sabandija mas creíble que jamás pensé ver, la diferencia con Nicanor que me hiso cambiar de opinión sobre estos individuos fue que al bajarse de camión, en “el bulevar constitución” levanto sus anteojos, y compro unas frutas en un canasto de una señora que ignoraba el fraude del cual habíamos sido víctimas, el tal ciego selecciono las frutas más frescas, alejando las maduras, desde entonces no confié en los pordioseros.

A pesar de dicha desconfianza el tal Nicanor apelo a mi lado humano y sensible de poeta y escrito, en su voz y en su condición se dejaba ver la humildad y sinceridad del mundo, al pasar por los asientos note que una señora soltó unas monedas en su gorra, luego una joven (muy bonita si me lo preguntan), saque unas monedas de mi bolsa del pantalón y las puse en su gorra, ninguno de nosotros se atrevió a tomar aquellas gomitas, no por repugnancia ni temor sino por caridad, por calidez humana.

Al bajar del autobús, un silencio cruzo el pasillo de entre los asientos, acompañado de un aire de nostalgia extraña. El bus acelero.


// En el noticiario esa noche//
-un autobús de una ruta metropolitana arroya a un viejo pordiosero que se dedicaba a vender dulces de gomita en los autobuses, fuentes indican que era un ciego y su nombre era Nicanor…-

Según el noticiario Nicanor fue un pordiosero, pero para los pocos minutos en que lo conocí fue más que eso, para mi fue una muestra de necesidad, alegría humildad y el grito incesante de la sociedad que reclama sus derechos para los hijos de los hombres que sufren una discapacidad.

Los testigos de su muerte dijeron que Nicanor nunca dejo de sonreír.



Imagen:
https://buddhaweekly.com/random-acts-of-kindness-creates-good-karma-mindful-acts-of-kindness-refines-practice/helping-a-homeless-persona-is-an-act-of-mindful-kindness-buddhism/

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